jueves, 9 de septiembre de 2010

Millas aparte / Miles away

"Siempre me demuestras más, estando millas aparte (...) estamos en lo mejor de lo nuestro, estando millas aparte (...) Yo estoy bien, no lo sientas, pero es verdad; cuando me vaya te darás cuenta de que soy lo mejor que te pudo pasar"

Infinidad de veces me ha ocurrido que esa parte de la canción de Madonna (Miles away) puede ser el título perfecto para mis vínculos, formas de actuar y hasta modos de pensar. Es decir, hay momentos en que uno se encuentra jugando tan al límite que no se da entera cuenta de lo que podría llegar a suceder si esa cuerda se corta. Y me voy a ocupar ahora de lo que nos sucede a nivel mental cuando esa cuerda se suelta de nuestras manos (porque se nos va de nuestro alcance su control que, al principio, pensábamos que era fácil de conservar de por vida).
En sí, lo que la cita intenta exponer, específicamente la última oración, es que recién cuando se corta la cuerda o se nos suelta d las manos, es cuando nos damos cuenta de lo importante que hubiera sido no estirarla tanto y que deberíamos haber contemplado que no es un elástico (que por cierto, también se corta si es sometido a grandes tensiones). Para decirlo más fácilmente: nos damos cuenta de lo que las cosas valen cuando las perdemos. Esa es la evidencia de cuánto poder tiene un adiós (tal como lo expuse en la publicación anterior).
El adiós, comparable a la ruptura de la cuerda de la que TANTO tiramos tantas veces, nos hace reaccionar y valorizar, tardíamente, lo que lo perdido vale.
Pensamos que un sentimiento hacia nosotros va a durar toda la vida; o que el que hoy es hereje mañana se convertirá en coherentemente sensato; o que alguien nos tolerará toda su vida. La realidad es que la vida continúa y los sentimientos también avanzan, pero sobre todas las cosas, cambian. Variamos nuestros pensamientos, opiniones, sensaciones, sentimientos... los maduramos, simplemente. No es que nos oponemos a ellos por capricho. Sino que maduramos nuestra forma d ver las cosas y eso nos posiciona desde un lugar de auto cuidado y auto conservación.
Y es cuando comenzamos a ver que jugar al límite es dañino para nosotros y que las cuerdas sólo deben ser usadas para saltar a la soga o colgar la ropa y no como comparativo de vínculos.
Reconocer el valor de algo una vez que esto se pierde es muy común. Pero luego nos queremos agarrar los dedos contra la puerta porque eso nos sucedió. Si ya perdimos a alguien, técnicamente algo aprendemos y tratamos d evitar que nos vuelva a suceder. Y es cuando quizás le demos importancia que merece a la nueva oportunidad. De todas formas si no es así, puede que no querramos aprender y por ende eso nos demuestra que evitamos la felicidad para nosotros mismos.

En fin... no seamos tontos y no busquemos el centavo que nos falta para el peso, y valoremos los 99 centavos que tenemos. Si nos empeñamos en hallar ese 1 que nos falta, seremos eternamente infelices y la vida es corta. Hay q animarse a valorar lo que se tiene y no penar por lo que no se tiene o ya se perdió.
Que no nos pase como dice Madonna: "cuándo me vaya, te darás cuenta de que soy lo mejor que t pudo pasar". Es triste llegar a esa instancia. Y sobre todo, doloroso.

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