lunes, 9 de mayo de 2011

Just can't fight this feeling / no puedo pelear este sentimiento

"Parada en un cuarto lleno de gente, pero todo lo que veo eres tú / como a un foco que te sigue hasta donde estás / ¿sabes que nunca quiero dejar de estar a tu lado? / El deseo se traga todo mi orgullo, no puedo decir que no, porque te quiero, así que debo traspasar esto / No puedo evitar este sentimiento / (...) / mi cabeza está girando, creo que me está ganando / no puedo evitar este sentimiento y me está derribando (...)"

La verdad es que me valdré de esta canción en un sentido metafórico para expresar algo que a veces nos ocurre como seres humanos, propensos a caer ante lo que concebimos como un inamovible y condicionado destino de nuestras personas.
A menudo, cuando nuestra personalidad no está totalmente afianzada, puede sucedernos que generamos una eterna condena de nosotros mismos y no hay nada más que podamos ver, aún habiendo llegado a alcanzar logros que con anterioridad ni siquiera pensábamos como posibles y mucho menos probables. Nos adelantamos a los acontecimientos del tiempo, haciendo profecías anunciadas que nos ponen en un lugar de seres humanos sin libertad de acción y por siempre esclavos de aquello que nos ciega. Y en esos momentos estamos tan faltos de autoestima, que desconsideramos lo que todo el mundo a nuestro alrededor puede evidenciar con plena objetividad, gracias a que no están en la piel de uno. Entonces comenzamos a desconectarnos de los consejos que nos muestran los otros, los que nos conocen, porque total "nunca lo entenderían, no son nosotros y por ende no comprenden lo que sentimos". Si bien es cierto que es uno mismo el que debe enfrentarse con los fantasmas propios y ahí sí es real que nadie mejor que sí puede entender de qué se tratan éstos, también es verdad el hecho de que los demás nos dan la gran ayuda de demostrarnos cómo el fantasma nos engaña a su piacere, dado que nosotros, obnubilados por el mismo, perdemos la noción certera de lo que en realidad es. Razón por la cual tendemos a maximizar su importancia y es aterradora su estadía, aunque sea esporádica, en nuestra mente. El sólo pensar que ese fantasma jamás desaparecerá de nuestra mente, nos condena a nosotros a una vida de eterna infelicidad. No escuchar a los que nos muestran, como pueden, una realidad que no deseamos ver -porque sabemos, bien en el fondo, que tienen TODA la razón- es negarnos a nosotros mismos y a una total completud dentro de lo incompleto del ser humano.
A modo de síntesis, es imprescindible que cada vez que sintamos que no podemos controlar / evitar un sentimiento, no le permitamos que nos gane o derribe, porque es una manera de otorgarle TODO nuestro ser, y dejar de lado aquello de lo que gozamos los hombres y las mujeres en condiciones normales, que es la Libertad.
En el caso en que nos neguemos rotundamente a aceptar el cambio y nos encontremos diciendo que "nunca quiero dejar de estar a su lado", tenemos dos caminos posibles a seguir: uno de ellos es luchar en pos de aferrarnos al dolor de la infelicidad de por vida; el segundo sendero es transitar el duelo que implica deshacernos de ese preconcepto tan autodestructivo como es la condena por siempre a ser personas infelices que no merecen bienestar, y luego iniciar el combate en contra de esos pensamientos.
Finalmente, si es que no logramos sacarnos de la cabeza ese sentimiento, si somos incapaces de pelear esa forma de sentirnos, quizás lo más recomendable es dejar que el tiempo sea quien nos muestre qué será de nosotros, dado que si a cada paso, lo damos pensando en que nos hundiremos cada vez más, así acaecerá y no habrá vuelta atrás, aún cuando nuestra vida no esté "destinada" a la condena futura.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Cherish / Abrigar


Cansada de corazones rotos y derrotas en este juego / Antes de que empiece este baile quiero que sepas que quiero algo más de ti que una simple aventura / Tú eres mi destino ¿no te das cuenta de que no puedo dejarlo ir nene? / Cupido por favor apúntame!!! Abrigo el pensar que siempre te tendré aquí a mi lado, Oh baby / Abrigo la alegría
que le das a mi vida, siempre la estoy cantando / Abrigo tu fortaleza, Tú tienes el poder de hacerme sentir bien /
Y baby ruego para que nunca nos
separemos, no podría dejarte.
Nunca estuve satisfecha con los encuentros casuales, no puedo ocultar que necesito dos corazones que latan
Con ardiente amor, y así va a ser. Romeo y Julieta nunca sintieron este latido que Yo siento, así que no subestimes mi forma de sentir
"Abrigo" es la palabra que utilizo para recordar tu amor...

Esta añosa -pero no por eso pasada en su aplicación- canción de Madonna, expresa cuánto bienestar nos pueden provocar personas que nos regala la vida. Son seres humanos que debemos abrigar, conservar, proteger y llevar dentro de nuestros corazones porque nos llenan de alegría los días.
A veces nos sucede que encontramos, fabulosamente, una persona específica que nos provoca una inmensa completud y con quien nos topamos no por mera casualidad en esta existencia.
Quiero decir, si nos cruzamos con alguien que nos hace bien y las cosas funcionan bien dando frutos como crecimientos de una persona, superación de temores y encima se llega a una alegría difícil de expresar, eso es percibido por el otro ser implicado en el vínculo y disfrutado tal como uno lo vive. Es por esa razón que ninguna parte constituyente puede darse el lugar de subestimar la forma en que el otro siente y vive las cosas, porque entonces estaría dejando de celebrar la relación, al otro y sobre todas las cosas a sí mismo. Eso se vería reflejadísimo en el día a día de la conexión entre ambas partes y terminaría cualquier lazo afectivo.
Y es justamente para evitar que eso suceda y que podamos rescatar y abrigar en nuestras almas por siempre, lo que más felices nos hace, es que necesitamos jugarnos por quienes sentimos que valen la pena querer y con los que nos sentimos completos y más que nada, que nos significan caricias al corazón.
Así que, tal como dice Madonna, pidámosle nosotros también a Cupido que nos apunte con sus flechas y seamos capaces de conservar ese calor que nos provoca el cariño de y para un otro.