miércoles, 25 de agosto de 2010

Don't bother me.... The Beatles

Esta vez me toca exponer lo que comparto con varias personas sobre las redes sociales.
Paradójicamente, son la forma menos evidente de la relación que existe entre la palabra y el psiquismo. Es decir, por medio de las redes como Facebook, Twiter, msn, Fotolog, entre otras, es que parece que somos libres de expresarnos al publicar una frase, un comentario o una seguidilla de signos de puntuación que simbolizan nuestros estados anímicos. O, para ni siquiera entrar en lo que sentimos, quieren evidenciar lo que pensamos, precisamente en el momento determinado en que cada quien lo postea.
Lo que no nos damos cuenta es q, tal como dice el dicho popular, "uno es esclavo de sus palabras cuando ya las dijo" (a lo que le agrego: "o escribió"). En realidad, una vez escritas, los vocablos son amos o jefes indeclinables que están ahí para recordarnos que nosotros somos, a pesar de ser sus autores, lo que les dio vida y ahora hay que atenerse a las consecuencias de haber creado un monstruo parecido a Frankestein.
Tal como me dijeron una vez, decidir abrir una cuenta en una red social es decir, de un modo implícito: "hagan de mí lo que quieran". Ni que hablar de subir fotos nuestras, con nuestros seres queridos y a ellas comentarlas con inocentes e inintencionados (por parte de nosotros) escritos llenos de sentimientos. Cada vez que escribimos algo, hay que recordar que estamos mostrándonos débiles ante el millar de personas que pueden acceder a nuestras cuentas, o sin ir más lejos, ante los propios creadores de las redes que tan bien saben cómo hacer que caigamos en el consumismo de sus "adorables servicios comunicacionales". Creo que no es ni siquiera necesario pensar en las muertes que se hubieran evitado si el ser humano no hubiera caído en la esclavitud de las redes sociales, publicando estúpidamente sus planes, viajes, estados actuales, etc...
Nos creemos muy piolas por formar parte de las redes sociales, las cuales son amenazas y concretas socavadoras identitarias. Somos parte de una vida tecnologizada, pero no por eso debemos caer en la esclavitud de adherirnos a cuanta red exista. Porque no olvidemos que existen intereses no sólo anti éticos sino también y especialmente monetarios detrás de todas esas páginas de m....
Y cuando no son las páginas web, están los centros de chateo como msn, que se encarga de ser "un buen amigo" que hace saber al usuario quién lo eliminó.
Eso trae una consecuencia inmediata: el usuario, con la autoestima baja por haberse enterado de que fue eliminado por alguien (por más que le importe o no esa persona, en algún lugar de su corazón, se siente herido), responde de modo perfecto en que ha de esperarse: se engancha tanto al circuito auto destructivo que opta por entrar a las páginas "sabias" que le demostrarán quién es el otro maldito que también lo ha eliminado y, por ende, seguirá bajando su estima a -100. Para cuando quiere acordarse que existe, ya no tiene ánimo para seguir conectado, pero el morbo humano hace que se quiera seguir moviendo en arenas movedizas y deba seguir investigando la "maldad" de quienes lo eliminaron. Así es que, para ver quiénes son los malvados, utiliza las páginas web "sabelo todo" y creo que no está demás decir que por cada persona que entra a un website, el que la mantiene por medio de un server privado, cobra. ¡Así que imagínense cuántos millones hace la industria tecnológica a partir de destruir nuestro amor propio!

Seamos conscientes del juego perverso que las redes sociales traen consigo y gritémosle bien fuerte: "No me molesten". Así es como seremos libres de toda manipulación subliminal. No vale la pena ser molestados, coaccionados y coartados en nuestras actividades. Lo que sí vale, valió y valdrá es ser LIBRES!

viernes, 13 de agosto de 2010

Demasiado tarde / Too late

A veces es muy difícil, si uno no está entrenado en el asunto, determinar límites a los otros. Sucede que no nos damos cuenta que debemos efectuarlo, que no sabemos cómo hacerlo, o simplemente justificamos desde una óptica auto-subordinadora, la actitud del otro.
En muchas ocasiones, pensamos que somos nosotros quienes cometemos el error que produce el avasallamiento del otro hacia nuestra persona. Y si bien eso puede suceder, también hay que considerar que las cosas pueden ser causa de una actitud (no necesariamente mal intencionada) fuera de lugar de parte del otro.
Como generalmente el hombre, por más poca autoestima que considere tener, algo de amor propio le queda como al menos un residuo (sino se encarga de desaparecer, porque no podría soportar el dolor psíquico), algo tiende a hacerle ruido en su cabecita y empieza a reaccionar. La mayoría de las veces, si se trata de un individuo no acostumbrado a poner límites, va a responder de una manera violenta hacia sí mismo: encontrando en su accionar (que causó la reacción del otro) el argumento perfecto que causó esa actitud subyugante hacia él. Se va a hacer cargo de lo que, en realidad, debería responsabilizarse el otro. Porque no llega a evidenciar la conducta equívoca en el otro, sólo por el hecho de que no está acostumbrado a diferenciar cuándo es su falta y cuándo la del otro.
Ahora bien. Una vez que un tercero pone de manifiesto que el error reside en la forma de haber actuado del otro, la persona experimenta una profunda sensación de ira impetuosa hacia el "reaccionador" porque se da cuenta de que invadió su privacidad. Aunque es importante, también, aclarar que la misma bronca siente hacia sí mismo, porque piensa que fue un "idiota" por no haberle puesto límites al otro en el momento justo.
Por esto, y para evitar toda situación incómoda con el otro, es imperioso que el individuo no se auto-rocíe con nafta y lleve consigo fósforos en pos de reventar y claramente hacer explotar al otro, al ir a confrontarlo. Hay que ser cauteloso, porque el ser "polvorita", puede causar tremendos problemas. Si uno por haber evidenciado las cosas se sube a un tanque de guerra y apunta y dispara a quien lo avasalló está cometiendo varios errores: primero: está crucificando la actitud del otro como si el otro tuviera TANTÍSIMA (a veces sí, pero no me voy a ocupar ahora de esos casos) noción de lo que hizo -quizás, el otro ni se haya dado cuenta, sino que reaccionó ante la justificación del otro de su forma de responder- y no consideramos que el otro es un ser humano y por esto se puede equivocar; segundo, quien actúa impulsivamente no llega a ningún lado más que a su propia (paulatina o inmediata) destrucción: al llenarse de cólera, se envenena cual serpiente que se confunde su cola con otro ser vivo y se la muerde, muriendo a causa de su propio veneno. La verdad es que uno le puede "tirar a matar" al otro, pero no se está responsabilizando de que fue él quien primero se "equivocó" al no poner un parate.

Así que retomando el hilo fundacional de este artículo, debería, quien se da cuenta que fue ultrajada su privacidad, no reaccionar a ese estímulo de odio que le brota en la primer instancia. Porque no le va a servir de nada. De hecho, sí le serviría para algo: empeorar las cosas y sentirse muchísimo peor que antes. Por el contrario, debe evitar por un tiempo (variable según cada quien) el contacto directo con el otro, al que, inicialmente, va a considerar agresor. Es obvio que si se topa con éste, sintiendo tal ira, le pega una trompada. Y nada se arregla sin la palabra expuesta de modo equilibrado (o sea, un insulto o una palabra hiriente, pueden doler tanto o más que un golpe, incluso para quien lo efectúa).
Como puede concluirse, entonces, el uso de la palabra, salva al ser humano de caer en un pozo sin fondo y evita que llegue a un estadio en el que sepa que ya es demasiado tarde para cambiar las cosas, por no haber reflexionado un minuto antes.

sábado, 7 de agosto de 2010

Naturaleza Humana / Human Nature


Expresate, no te reprimas...

La expresión de nuestras emociones, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos hacia otra persona son parte constituyente de nosotros... son el componente fundamental de nuestra esencia.
Todos tenemos un patrimonio que compartimos con todos y uno personal.
De lo que hoy me ocuparé es de desarrollar la idea principal de lo común a todos los seres humanos: la fuerza interna, la naturaleza humana (Freud lo denominó 'Pulsión' y le atribuyó carácter sexual).
Bien sabido gracias a la Psicología, es que cuando uno corre para escaparse de una pulsión, ésta lo está esperando a la vuelta de la esquina. Digamos que las pulsiones son como pequeños Droopies que aparecen especialmente cuando uno piensa ya haberlos perdido de vista o deshecho de ellos. Nos sorprenden a cada paso que concebimos como seguros. Tal como lo muestra la foto.
No ha de sorprendernos, así, el shock que nos provoca el toparnos con ellas (cuando nos damos cuenta -las hacemos conscientes) una y otra y otra vez (porque No hay forma de escapar a una pulsión) si es que no logramos superarlas. Y para ésto, hemos de enfrentarlas con tenacidad, ímpetu y aires de gloria si es que deseamos salir victoriosos de la batalla y, en sí, "no verlas nunca más".
Es una batalla para la que debemos mentalizarnos como ganadores desde el momento en que expresamos nuestra necesidad de efectuarla. Ya el hecho de haberse puesto en marcha, de modo decisivo e inmutable, para enfrentarse con los propios miedos o deseos contrarios a los cánones de lo que una sociedad considera que está bien o mal, nos da un valor extraordinario como seres humanos. Nos hace fuertes el tener necesidad de combatir lo que nos hace mal. ¡Ni que hablar de lo importantes que nos tornamos cuando salimos al campo de batalla!
Entonces, la idea que he de mostrar es que es menester saber con precisión cuál es nuestro objetivo y éste es deshacernos del monstruoso mal que nos aqueja y no nos deja ser felices y disfrutar del bienestar que merecemos.
Perseguir y procurar nuestro bien es la finalidad para la cual existimos. Si escapamos de ello, más que justificados están los actos de (auto)destrucción que fácilmente podemos ver, están constantemente sucediendo a nuestro alrededor.
La expresión del deseo de estar bien, de ser personas felices nos hace llegar a sentir plenitud y podemos, así, seguir mejorando aspectos nuestros que harán que los demás sean felices (y esa es la razón por la que estamos vivos). Y todos somos partes constitutivas necesarias para que el prójimo mejore también. Aún cuando pensemos: "a esta persona, mi existencia no la inmuta en lo más mínimo". Después de todo... ¿de qué sirve un rompecabezas sin todas las piezas? De NADA! No sirve si le falta 1 pieza.
Si una parte falta del todo, por más que nos empecinemos en reemplazarla o imaginar la vida del mismo sin ésta, nunca podremos alcanzar esa completud.
Lo que podemos, por ende, extraer de ésto, es que todos aportamos un grano de arena al desierto y si por no poder /querer enfrentar -con intenciones de victoria- una pulsión, decidimos abandonar la lucha, arrastramos al resto de la humanidad a que deba aceptar el destino de no existir.
Pensemos un poco... ¿vale la pena que el temor a enfrentar la naturaleza humana nos haga desaparecer? ¿no somos, acaso, demasiado importantes para esclavizarnos a una pulsión? ¿es tan difícil vencer una fuerza interna? Claro que sí lo es cuando nos dejamos arrastrar por ésta dado el dolor personal y no consideramos, sin embargo, la implicancia de arrastrar a todo un universo a su destrucción.
Afortunadamente, seguimos vivos, lo cual quiere decir que todos aquellos que vinieron antes de nosotros se la jugaron. No tenemos el derecho de dejar de pelear. Tenemos el deber de dar continuidad a esta única raza que es la humana, sólo para que todos podamos hallar, a su debido tiempo, la completud.