viernes, 30 de julio de 2010

Voices / Voces

¿Quién es el amo y quién el esclavo?
Recapitulando la publicación anterior, y partiendo de la pregunta que conforma el subtítulo de la presente, me dispongo a desarrollar este tópico.
Bien dice un dicho popular: "uno es esclavo de sus palabras una vez que las dice". Francamente habría muchos aspectos desde la semántica, la gramática y hasta la pragmática que desmenuzar. Aunque va más allá de mi objetivo la explicación gramatical de una frase porque es un aspecto técnico mayormente. Sin embargo, me dedicaré a los otros dos planos. Comenzando por el semántico, el significado de la oración per se.
A simple vista, parece muy evidente lo que nos quiere decir esta frase, pero no siempre tenemos en cuenta que es un enunciado que conlleva más significados que los significantes que lo componen. Es muy fácil decir las cosas, pero no así aprehender lo que nos tratan de transmitir. Por ende es tan intrincado el poner en práctica tales evidencias: buscamos en lo complicado lo que en la simpleza hallamos plenitud; pensamos que lo complejo es la llave a las respuestas del universo, la combinación con que abrir la caja fuerte de nuestros problemas con sus respectivas soluciones, para que se terminen de una vez. Y no vemos que las respuestas no están afuera sino adentro de nosotros mismos: no vemos en lo simple más que algo insignificante, porque se nos ocurre que es de poca demanda mental para ser comprendido. ERROR! Lo simple, puede ser entendible, pero no por eso es nimio. De hecho, es la base para aprender a resolver problemas más difíciles que, en sí, encuentran su andamio en basamentos SIMPLES. Pensemos sino en una persona que intenta resolver un simple juego como el Sudoku, sin saber qué es una fila y una columna o desconociendo el concepto de número. Probablemente, le parezca una tonta grilla con garabatos escritos (si es que posee el concepto de escritura) cuyo sentido es ocupar espacio en un diario por ejemplo.
Así es el psiquismo humano. Todos pecamos de soberbios al buscar en lo complejo la solución. Pero como dije, lo simple es el único libre de pecado: no es nimio o insignificante; por el contrario es lo más significativo de todo proceso. Y rememorando a Saussure, el signficante es lo que nos quiere decir una palabra (significado), su concepto desarrollado que se suele "subordinar" a una serie fónica que llamamos vocablos. La intención de una palabra (vocablo) y su uso dependiente del contexto es aquello que le da plenitud a la significación de la misma. De ahí, lo esencial de la comunicación a través de un lenguaje común; y no encuentro casualidad en que muchos latinismos sean denominados "voces latinas", con el título de este artículo. Las palabras -cualquiera sean sus raíces- son las voces internas, puestas en el exterior por medio de los sonidos que cargan con un bagaje intencional.
Y la puesta en escena de lo intencional es lo que se conoce como aspecto pragmático del lenguaje. Es decir, de acuerdo a cómo se dirige una serie de palabras con coherencia y cohesión (aspecto gramático del lenguaje), la entonación de esos sonidos con un sentido, es lo que constituye la comunicación: el diálogo (con los demás y con nosotros mismos).
Obviamente no sólo se debe considerar la forma en que se emite el mensaje (las voces), sino también la capacidad psíquica del receptor, tomando en cuenta que el enunciado dicho contiene no solo una dirección biunívoca (en tanto lo que le decimos al otro nos lo estamos diciendo a nosotros mismos) sino también es esclava y sucede en función de la historia que acompaña al individuo que se está expresando.
Así las voces pasan de ser, muchas veces, oscuras enunciaciones en off, a ser una clara evidencia del psiquismo de cada persona que lo que intenta es expresarse y no morir a causa de una adicción.
Para finalizar, traigo a colación un fragmento de la canción "Voices" de Madonna:
Las voces empiezan a sonar en tu cabeza, dime qué te dicen.
Ecos lejanos de otras épocas comienzan a resonar.
Por eso has estado jugando con ellos del mejor modo en que a ti te conviene;
y lo haces tan frecuentemente que empiezas a creértelo.
Y encima posees diablos y nadie puede culparte
dime, ¿quién es el amo y quién el esclavo?

Una evidencia muy simple son las opiniones diplomáticas (cumplidos que se hacen sin verdad) y otras, las mentiras.
Pero ese es un tema aparte....

viernes, 23 de julio de 2010

I'm only fooling myself: estoy haciendo una tonta de mi


Creo que muchas veces decidimos atravesar momentos que sabemos, por seguro, que nos harán daño. Es cuando estamos atontándonos, haciendo de nosotros mismos unos tontos.
Claro está que de esos momentos dolorosos aprendemos, pero no es nada fácil salir tranquilamente y "cantando bajito" luego de una tormenta. Por más que sepamos que todo se supera; que todo, excepto la muerte, puede solucionarse; que "un clavo quita otro clavo"... no es así de sencillo pensarlo, porque, en definitiva, no es fácil (y a veces tampoco conveniente para nuestro psiquismo) racionalizar lo que acaece.
Cuando la angustia y la desesperanza nos atacan cual virus a una computadora, es cuando más necesitamos una "oreja": alguna forma de descarga, sea cual sea: un amigo, un terapeuta, un diario íntimo en donde dejar registrada la huella del dolor que nos está afectando el curso de nuestra pseudonormalidad mental.
Pero lo más importante a tener en cuenta es justamente eso: descargar la energía que nos está perturbando, porque, de otro modo, ésta se vuelve en contra nuestra. Entonces sucede lo inevitable, algo que gralmente., llamamos "acumular y explotar", proceso en contraposición de la liberación por medio de palabras del mal momento en el preciso instante en que sucede. En esa falta de uso de la palabra, es cuando nos volvemos, literal y hasta etimológicamente adictos (a: sin; dicción: palabra) y penosamente esclavos de las palabras que no liberamos.
De ahí la imperiosa necesidad de la expresión en todas sus formas, específicamente por medio del arte y la semiótica. Incluso hasta su manifestación gesticular, por medio del lenguaje corporal. Lo sintomático es justamente la evidencia más próxima de lo que crea nuestra mente para poder desprenderse de la prisión adictiva.
La naturaleza del ser humano es lingüísticamente esencial. No importa si un individuo posee o no la capacidad de hablar, en tanto conserve un lenguaje expresivo: un método de dar a conocer lo que está sintiendo. Basta con ser capaz (psíquica y fisiológicamente) de pensar (entendiendo a esta acción como un diálogo interno usando palabras que le permitan exponer (o exponerse) la causa de su dolor.
Y la puesta en escena de lo que nos muestran las ideas, es el paso inicial y más importante para dejar de hacer unos tontos de nosotros mismos.

domingo, 18 de julio de 2010

Proceso estático

Estas palabras, aparentemente contradictorias entre sí, son una síntesis exacta de muchos de nuestros comportamientos cotidianos. Desde que nos levantamos hasta que nos vamos a dormir, llevamos una vida dual que raramente evidenciamos y que es mucho más habitual de lo que percibimos.

De hecho, nuestras propias vidas son procesos estáticos: son procesos, en tanto poseen un origen con desarrollo ininterrumpido (no considero, en esta definición, el impedimento causado por un factor externo y ni siquiera interno, sino que me limito a considerar la evolución de la vida cuanto sea que dure, incluyendo entonces vidas que persisten tanto segundos como décadas). Y son estáticas, porque son irrepetibles, únicas e inmutables: no son posibles de ser movidas de donde están; cada vida pertenece a un ser humano: 1 sólo, y de él no es transmisible.

Ahora, así, podemos entender que no es una ambivalencia usar el término “proceso estático”. Por el contrario, nosotros somos su prueba más indiscutible. Y las relaciones que armamos con el prójimo, son de carácter exactamente igual. Con ellas, revivimos nuestro aparente dualismo e intentamos ensamblar nuestro parte procesal con la parte estática del otro y viceversa, en pos de encontrar estabilidad. Podría sintetizar esto citando a la canción del mismo nombre que interpreta Madonna: “Siempre deseo poder encontrar alguien tan bueno como Vos; pero en el proceso olvidé que Yo soy tan especial como vos”.

A veces, lamentablemente, olvidamos nuestra esencia cuando estamos en presencia de otro que lo único que hace es no dejarnos ser (en tanto se lo permitamos). En ese momento el aparente dualismo genera angustia y consecuente malestar, que puede encausarse en una depresión disfrazada de apariencia abúlica, o en ira. Ese proceso estático no es equilibrado: tiende a la armonía de uno de las dos partes implicadas en el vínculo. Y esto se da en detrimento del otro.

Es entonces menester la identificación de relaciones tóxicas. Porque quizás ellas desemboquen en el sometimiento del individuo no beneficiado por el “equilibrio” y en él devenga una tormenta de malestares a los que se acostumbrará y repetirá cíclicamente sin darse cuenta, hasta el final de sus días.