martes, 12 de octubre de 2010

Nada es suficiente

Tal como expresa Raquel en la canción del grupo ESDM, suele sucedernos, de vez en cuando, que sostenemos relaciones / vínculos en el que sólo una de las dos partes es la dativa y la otra es mera receptora. La primera suele darse por entero y la segunda, recibir por entero.
Toma tempo darse cuenta de ello. Aunque, obvio, depende de cuán duchos estamos en la práctica para evidenciar que estamos involucrados en situaciones como esas. Debe ser genial (o no tanto, creo que mejor también lo pongo en tela de juicio y luego demostraré por qué) estar del lado del receptor. Conlleva muchos beneficios. Sin embargo, el que da es un "eterno" (la eternidad dura mientras quiera seguir estando en esta posición) puente unilateral de la relación. Da, sin esperar nada a cambio (muy altruista, pero la realidad es que ya no existen los filántropos y si los hay, son contados con los dedos de una mano), lo cual está MAL. El "Dar sin esperar" sólo debe ejercitarse con un hijo (y hasta por ahí nomás, porque sino éste aprenderá a tener las cosas a su alcance DEMASIADO fácilmente). Esa actitud tan dadivosa evidencia la inseguridad del que da, la poca autovaloración que tiene de sí mismo y espera hallarla en el otro ser al que le regala hasta su vida.
Y eso, retomando lo que antes exponía sobre que es dudoso que el "aceptador" viva una situación perfecta, también juega en contra del mismo. Es decir, necesitamos que las cosas nos cuesten y que tengamos que pelear / luchar por alcanzarlas. Si obtenemos todo de arriba lo más probable (de hecho es lo que sucede) no le daremos ni siquiera valor a lo que nos es obsequiado. Hasta es posible que conservemos lo que nos fue dado por mera lástima. Y en ese momento nos topamos con que, si ese regalo hubiera sido el producto del esfuerzo, del ahorro de un centavo tras otro hasta convertirse en una suma exorbitante de un "capital afectivo" que tanto nos costó reunir, tendría un valor incalculable al poder tenerlo con nosotros: algo de lo que carece porque lo obtuvimos sin esfuerzo.
Todo vínculo, por ende, necesita de una cuota de valoración personal de CADA UNA DE LAS PARTES. Si una se devalúa, el mercado vincular también pierde su importancia "económicamente afectiva". Y, muy lejos de ser algo que satisfaga las necesidades del otro, las rebalsa y sucede como cuando comemos hasta que no nos queda lugar en el estómago: llegamos a ahogarnos sólo por llenar el vacío existencial que nos genera una falta de motivación por salir a luchar al campo de batalla que es la vida misma pues tenemos todo regalado.
Conclusión: no demos ni aceptemos todo tan fácilmente, porque así perdemos de vista que el motor de nuestra existencia es la lucha y que el hecho de que "nada es suficiente" nos mantiene vivos para emular nuestras actitudes hacia los demás.

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