domingo, 17 de octubre de 2010

Like it or not / Te guste o no

Puedes llamarme pecadora
o puedes llamarme santa
Celebrarme por lo que soy
U odiarme por lo que no soy
Ponerme en un pedestal
O arrastrarme por la tierra
Palos y piedras romperán mis huesos
Pero tus denominaciones nunca me dañarán

(...) Mejor es el diablo que conoces
Tu amor por mí crecerá porque

Esta es quien Yo soy
Puede gustarte o no
Puedes amarme o dejarme
Porque nunca dejaré de ser quien soy

Cleopatra tenía su forma
Mata Hari, también
Si eran buenas o malas sus maneras
Depende estrictamente de ti

La vida es una paradoja
Y no tiene mucho sentido
No se puede tener la "femme" sin lo de "fatale"
Por favor, no te ofendas

No permitas la pudrición de la fruta de la vid
Llena tu copa y bebamos el vino
Mejor es el diablo que conoces
Tu amor por mí crecerá


Aceptar que somos como somos cuesta de sobre manera, muchas veces. ¿Las causas? Necesidad de aprobación, pertenencia, agrado de parte del otro. Y, mientras tanto, olvidamos que es menester nuestra propia aprobación, pertenencia y agrado. Tendemos a modificar conductas, en vez de sentirnos orgullosos de ellas porque son parte constitutiva de quiénes somos. Ante una mirada crítica o atónita de un otro, elegimos variar nuestros modos y respondemos, aún en detrimento de nuestra propia persona, a estereotipos que nos quieren ser impuestos. Francamente, eso denota una pobreza de autoestima. Quien cambia su forma de ser en pos de ser aceptado por otro, está en serios problemas identitarios. No sabe quién es y no puede dar gracias a Dios de ser como es. Busca una constante identidad en lo que los otros piensan que es y nunca logra ser la respuesta a lo que quiere él mismo de sí. Estos individuos, desarrollan infinitas máscaras como personas con las que se relacionan, para contentar a estos, dejando de ser. Inclusive, ante el cambio de comportamiento y opinión de quienes ya conoce, se muestra diferente y se va transformando hasta amoldarse (hasta en el mismo momento de la variación conductual del otro) en lo que el interactuante espera encontrar.
Claro está que lleva mucho tiempo de autodedicación para ser seguros de nosotros mismos y, más aún, estar orgullosos de ello. No es nada fácil plantarse ante un otro y decir "esta es quien soy Yo, y a vos te puede o no gustar, pero Yo voy a seguir siendo quien soy, aunque no te guste". Toma mucha fuerza interior afirmar eso. Pero para poder dejar de lado cualquier actitud dubitativa es necesario, antes, poder definirse y caracterizarse, porque sino no hay con qué justificar / argumentar quiénes somos en realidad. Y suele suceder que al momento de decir el porqué de ser de tal o cual forma, no sabemos cómo sostener nuestras afirmaciones. Ergo, jamás vamos a poder decir que estamos orgullosos de ser lo que somos si no sabemos qué somos.
Por esto, es tan necesario conocerse bien y saber que cualquier denominación / "nombre" / "rótulo" que los otros nos pongan y no se correspondan con la realidad DEBEN ser tirados abajo y evidenciar que no es de esa forma. Porque el perjuicio es doble, entonces: no soy fiel a mí mismo y, además, creo una imagen distorsionada de mí en el otro. Y una vez instaurada una imagen falsa en otro, de quienes somos realmente, cuesta un esfuerzo doble deshacerse de ella: porque muchas veces nos falta el coraje para gritar quiénes somos y porque tememos que al otro le duela.
Sin embargo, ¿es preferible aparentar una forma de ser que no se condiga con la realidad sólo para agradar al otro? ¿o es mejor ir sin máscaras por la vida, agradándose a sí mismo y aumentando la autoestima, lo cual llevará, indefectiblemente, consigo, que el otro me acepte tal y como soy (y por ende, no como un mentiroso que nunca hubo mostrado su verdadero Yo)?

No hay comentarios:

Publicar un comentario