sábado, 19 de mayo de 2012

Masterpiece / Obra Maestra by Madonna


"Si fueras la Mona Lisa, estarías colgado en el Louvre /todos irían a verte, sería imposible que te muevas/ A mí me parece que éso eres: una rara e invaluable pieza de arte / Permanezco detrás de tu aterciopelada soga, pero no renunciaré  a ninguna esperanza/ Y estoy justo a tu lado, y como un ladrón por la noche me paro en frente de una Obra Maestra / Y no puedo decirte cuánto duele estar enamorado de una Obra Maestra / Porque después de todo nada es indestructible / (...) A mí me parece que éso eres: el estilo "se mira y no se toca" / y verdaderamente no es gracioso ser siempre el predilecto (...)

La definición correcta de lo que es ser una Obra Maestra viene dada por lo que desde la Psicología se conoce como Narcisismo. Hay personas que juegan constantemente a ser una perfección, admirable y predilecta para todo el resto y en esto podemos ver específicamente dos aspectos que se entrelazan inexorablemente: una posición muy Ególatra e Idealizada de la propia persona, de tal manera que nadie puede siquiera intentar estar a la altura y circunstancias de quien juega a ser deidad; y, por otro lado, que la misma característica de ser inalcanzable genera es que se tiende a ver que quien está en tal rol jamás puede permitirse "bajar de nivel" a una superficie más humana por lo que debe permanecer en las nubes celestiales sin poder ejecutar movimiento alguno. 
Ese dualismo de ser pero no poder existir más allá de la propia naturaleza para lo que se fue creado, es propia de las obras maestras, pero la verdad es que un ser humano no está capacitado para mantenerse en una postura tan extrema de inamovilización constante. Como personas tenemos emociones y sensaciones que los objetos -hasta los más invaluables y preciosos- no poseen: somos seres que sentimos y estamos vivos de modo que un estado de inacción no es compatible con nuestra existencia. 
Al mismo Narciso le sucedió que por amarse demasiado y enamorarse de sí, se ahogó en el lago y perdió su vida por no poder dejar de mirarse a sí. El pretender que todos en todo momento nos admiren implica una exacerbación tan intensa del Yo que tendríamos que dejar nuestras vidas para dedicarnos a ser contemplados por los demás y estar determinados a estar colgados en un museo para que nos pasen a ver y dediquen siglos contemplándonos. Pero nuestra función como seres sociales no es sino justamente lo contrario: dejar de ser un Yo-Me-Mi para ir construyéndonos recíprocamente sin caer en la idea errónea de que es menester admirar a otros o que nosotros debemos ser la obra maestra admirable. En realidad es esencia del ser humano, ser respetuoso del otro para que así sea para con nosotros y, a diferencia de la admiración, el respeto implica el reconocimiento de Mí, del Otro y poder acceder a ambas partes de un modo directo, mutuo y como no inalcanzable, impenetrable, siendo un retrato de antigüedades invaluables de imposible relación.
Y para no caer ni en el lado del admirador ni del admirado, debemos considerar que todos tenemos lo invaluable de la particularidad dada por cada ser irreemplazable y que el Otro es tan importante como el Yo  con que se vincula. No podemos permitirnos ahogarnos en un lago netamente Yoico sino que debemos salir a nadar en una laguna llena de vínculos que engrandezcan nuestra existencia y den sentido a nuestra voda como personas inmersas en una comunidad significante. 

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