lunes, 28 de marzo de 2011

I Do! / Yo sí!


"(...) Todo el mundo siente de esta forma y Yo sí, también / No podés escucharlo, pero Yo sí / No parecés enojado, pero Yo sí".

Suele sucedernos que tendemos a acumular muchas de las cosas que sentimos decir en determinados momentos
. Muchas veces por causa de una pseudo-diplomacia, otras tantas por falta de carácter de expresarnos y la mayoría de las veces porque desconocemos nuestras armas para poder comunicar nuestro malestar para con los demás, siendo o no responsabilidad (necesariamente) del de al lado.
En la Psicología, esta capacidad para expresarnos de manera "adecuada", sin desmerecer al otro, sin uso de soberbia y dejando en claro que es nuestro punto de vista y consecuente sentimiento el que se dispone a "responder" correctamente ante un "improperio" o "desubicación" del prójimo, se denomina "asertividad". Se trata de poder hacer un uso positivo de la lengua y, éste, acompañado de gestos, lenguaje corporal y una tonalidad de voz tranquila pero firme, nos puedan ayudar, en su conjunto, a no desestimar nuestras formas de demostrarle al otro cuál es el efecto (bueno o malo) que nos causan las palabras de los otros. Estamos poniendo de manifiesto cuáles formas, denominativos, caracterizaciones y calificativos, nos pueden llegar muy profundo; tanto que nos llegan a dañar.
Por ende, es muy necesario, como todo en la vida, poder ejercitar tanto como sea necesario, la
capacidad de ser asertivo. Nos cuesta cuando se trata de poner en marcha un nuevo mecanismo que moviliza todo nuestro ser psíquico y más aún cuando conlleva interacción del cuerpo y el habla (aspecto altamente difícil de manejar). Sin embargo, es menester que para hacer valer nuestra esencia, no nos dejarnos pasar por encima y delimitemos nuestras capacidades de aguantar cosas que no van con nuestros principios y valores.
Lo cierto es que la asertividad va de la mano de la autoestima. Cuanta mayor es esta última, menos nos costará desarrollar la primera, porque más seguros estaremos de lo que pensamos y sobre lo que aceptamos de los otros (y también lo que rechazamos, por supuesto). De otro modo, con baja autoestima, nos costará el doble de trabajo mental el poder hacer valer nuestras formas de pensar, sentir y opinar. Todo el mundo se siente alguna vez de alguna manera y nadie puede escapar de las sensaciones humanas que nos rodean. El enojo, el dolor, la alegría y las ofensas no escapan a ningún ser humano. Empero hay que aprender (y muy bien) a lidiar con ellas y poder comunicarle al otro de un modo no hiriente ni ofensivo, cuál es el efecto inmediato de las palabras que acaba de emitirnos.
Cierto también es que muchas personas no logran evidenciar mucho lo que atraviesa sus mentes pero eso ya es tema de ellos. Acá lo importante es poder sacar de adentro nuestro, a su debido tiempo, y de un modo delicado, lo que nos sucede por nuestro interior, cada vez que nos hieren, nos hacen enojar, nos dan felicidad y/o nos ofenden. Así es como procuraremos un bienestar y un buen entorno en el cual movernos y sentirnos seguros a la hora de poder hallar fuerzas para traspolar esas actitudes a otras situaciones de diverso contenido vincular.

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